El cuerpo humano está compuesto por substancias químicas, como el agua, las proteínas (aminoácidos), los lípidos (ácidos grasos), los glúcidos (carbohidratos y azucares), los minerales y las vitaminas y debe estar nutrido correctamente.
¿Pero qué es lo que necesita en realidad para que funcione correctamente? ¿Agua, proteínas, vitaminas minerales o carbohidratos? Pues la verdad es que el cuerpo humano requiere de todo esto en sus debidas cantidades, según las necesidades de cada uno.

Nuestro cuerpo se comporta como un sistema abierto, es decir que cambia materiales, energía e información tanto con el medio físico, es decir aire, agua, tierra, minerales, etc. como con el medio biológico compuesto por seres vivos —plantas y animales— siendo necesarias del mismo modo que el agua, el aire, la luz, el calor etc.

A través de la nutrición, el organismo humano incorpora materiales del medioambiente que aseguran su crecimiento y le proporcionan la energía necesaria para la realización de actividades físicas y mentales. También le repara parte dañadas ya que el cuerpo es muy sabio y tiene un gran poder de autocuración. Cada órgano está diseñado para que cumpla unas funciones vitales, por lo cual, para un funcionamiento óptimo el organismo necesita nutrientes energéticos, estructurales y reguladores.

Los nutrientes energéticos los obtenemos de los hidratos de carbono integrales, que nos dan la glucosa, el principal combustible para nuestra energía, y de los lípidos que son como la segunda fuente de energía actuando como reserva en el caso de falta de carbohidratos.
Los nutrientes estructurales son las proteínas, que forman parte de los órganos y de los tejidos. Las proteínas cumplen funciones reguladoras importantes en la producción de enzimas y hormonas. Algunos lípidos forman parte de las membranas celulares, es decir que tienen también funciones estructurales.
En la categoría de nutrientes reguladores entran las vitaminas, los minerales y el agua que se puede considerar también como regulador. Las vitaminas participan en la fabricación de las células de sangre, de las hormonas y del material genético. Los minerales contribuyen al óptimo funcionamiento del organismo. Algunos de ellos también tienen funciones estructurales.

La nutrición es un conjunto de procesos biológicos de absorción, transformación y asimilación de alimentos sólidos y líquidos con el fin de suministrar energía para el mantenimiento de las funciones y actividades a realizar, proporcionado al mismo tiempo las sustancias necesarias que ayudan a regular los procesos metabólicos y aporta materiales para la formación, el crecimiento y la reproducción de las estructuras corporales de modo que tenemos que alimentar hasta la última célula de nuestro ser para un funcionamiento óptimo de nuestros órganos y sistemas.
La nutrición se realiza a través de cuatro procesos fundamentales, cada uno de ellos llevados a cabo por sus órganos y sistemas correspondientes:
La digestión: el sistema digestivo transforma los alimentos en moléculas más pequeñas (nutrientes) para que sean aprovechados por el organismo.
La circulación: el sistema circulatorio se encarga del transporte de los nutrientes y del oxígeno a las células, trasladando el dióxido de carbono y otras sustancias de desecho producidas por las células hacia los pulmones y a los riñones para ser eliminados.
A través de la respiración captamos el oxígeno del aire y eliminamos el dióxido de carbono.
La excreción: es la eliminación de los desechos provenientes de las células, tras metabolizar los nutrientes necesarios. Este proceso se realiza a través de los pulmones, las glándulas sudoríparas y el sistema urinario.
El cuerpo humano es muy complejo, es cuerpo, alma y espíritu… es un organismo formado por millones de células, que son elementos esenciales en el cuerpo y que necesitan de buenos nutrientes para que puedan cumplir sus funciones óptimas. No obstante, hay que tener en cuenta que cada uno es único en su forma de ser, debido a los genes y otros factores externos que nos influyen (creación, alimentación de la madre en el tiempo del embarazo y lactancia, nuestra alimentación en la niñez, entre otros) y por supuesto la forma de vida que llevamos, el estrés, etc.… Así que las necesidades son únicas y personales. Por esta razón no se puede hacer una dieta estándar para todos por igual.

Nuestro organismo no reconoce ni las vitaminas ni los minerales encapsulados. Todo lo que necesita nuestro cuerpo lo recibe atreves de los alimentos reales, es decir lo que nos da la naturaleza, preparado de manera más natural posible porque de la calidad de los alimentos depende la calidad de nuestra sangre y de nuestras células.
Hay que diferenciar tanto la alimentación de la nutrición (ciencias), como los alimentos comestibles de los nutrientes, dado que hay muchos conceptos y mucha confusión en el mismo tiempo. Los alimentos son complejos, cada uno con su particularidad. La forma de preparación y la combinación de alimentos pueden hacer que se alteren o se potencien algunas de sus propiedades.

A lo largo de los años muchos alimentos han cambiado, han sido transformados, cada vez siendo más refinados y procesados, de modo que llegan a perder sus propiedades reales, provocando desequilibrios en el organismo. Por eso hay que entender que no todo lo que ingerimos podemos asimilar y que existen productos denominados alimentos que nos pueden perjudicar la salud. La industria alimentaria y las grandes empresas ya no respetan lo que es la calidad, sino que se basan más en la cantidad y venta, siempre buscando maneras de enriquecer los alimentos con saborizantes, vitaminas y conservantes que nuestros organismos desconocen y en realidad no los necesitan.

Lo más importante es que tenemos que aprender a escuchar nuestro cuerpo, a elegir bien lo que comemos, sin dejarnos engañar por los anuncios y las ofertas, y pensar siempre en lo que en realidad necesitamos y que es benéfico para nuestra salud. De esta manera, para mantener en buen estado nuestro organismo necesitamos una alimentación adecuada que debe satisfacer todas las necesidades nutricionales diarias, debe ser variada, que incluya alimentos de todos los grupos (hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas y minerales), en cantidades suficientes y teniendo en cuenta las necesidades personales (edad, sexo, actividad física) o las condiciones especiales (embarazo, lactancia, crecimiento o convalecencia de enfermedades), sin despreciar los caldos y las infusiones que nos ayudan a hidratarnos.

La macrobiótica tiene en cuenta todo esto, por lo que recomienda una alimentación natural y equilibrada, incluyendo granos enteros y productos locales adaptados a cada una de las estaciones y según la forma de vivir de cada uno.